Recientes estudios destacan que correr a un ritmo lento, conocido como «ritmo conversacional», puede ser más beneficioso que correr rápido. Este enfoque reduce el riesgo de lesiones, mejora la quema de grasas y fortalece el sistema cardiovascular. Además, favorece el bienestar mental y la conexión con el entorno.
Los atletas de élite también integran este tipo de entrenamiento para equilibrar su régimen físico. Correr lento ofrece una manera sostenible y efectiva de mantenerse en forma, promoviendo una mejor salud física y mental.
Steve Haake de la Universidad Sheffield Hallam explica que el gasto energético al correr aumenta linealmente con la velocidad. Por fin, al correr despacio se necesita más tiempo para gastar la misma cantidad de energía que al correr rápido. Esto se traduce en beneficio para la salud cardiovascular y mental sin forzar el cuerpo a su límite.
La investigadora Robinson agregó que correr despacio permite un mejor metabolismo de grasas, ya que el cuerpo puede utilizar el oxígeno disponible de manera más eficiente. A mayor velocidad, el cuerpo recurre a procesos anaeróbicos, quemando carbohidratos y proteínas en lugar de grasas.
Además, correr a un ritmo lento puede fomentar el desarrollo del músculo cardíaco, reducir la frecuencia cardíaca en reposo y disminuir la presión arterial. Según un estudio de 2022 que analizó la salud cardiovascular de más de 116.000 adultos estadounidenses, la actividad física moderada tiene más beneficios a largo plazo para el sistema cardiovascular en comparación con el ejercicio vigoroso.
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